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Se trata de Náyades, ninfas de la mitología griega que habitan en aguas.
Eran seres de gran longevidad, que representaban la divinidad de las aguas en las que habitaban, pero mortales ya que, si el medio donde vivían se secaba, ellas morían.
Las Náyades poseían poderes curativos, por ello, las personas con alguna dolencia acudían a beber o bañarse en las fuentes consagradas. Además, eran adoradas como fuente de la fertilidad y de la vida humana.
En Grecia se consideraba que las Náyades tenían el poder de predecir el futuro, por ello, era común que los Oráculos estuvieran en fuentes o nacimientos de ríos.
El uso de los baños en establecimientos públicos era conocido desde tiempo inmemorial en Oriente (India y China) de donde pasó a Grecia y de aquí a Italia.
En la antigua Grecia era frecuente la relación entre salud, agua y religión. Muchos de los grandes santuarios, como Epidauro y Delfos, estaban ubicados en manantiales con propiedades curativas. Así mismo, la terapéutica hidrotermal estaba presente en la Mitología: Marte fue curado de sus heridas por la diosa Hebe mediante las aguas de una fuente y se atribuye a Hércules la invención de los baños termales cuando reparó sus fuerzas en las aguas sulfurosas que Minerva o Vulcano, según las leyendas, habían hecho brotar en las Termópilas.